Tuesday, July 24, 2007

Quedan los Pobres y Dios

Semejante afirmación muchas veces es tomada como radical por diversos sectores de nuestra Iglesia, a los cuáles les es mas lícito tapar la vista y no mirar los caminos que toma la historia, para así continuar viviendo de una manera cómoda de los beneficios que tienen actualmente.

Se nos incita a conformarnos con lo que hay, a entender que “eso siempre será así mi hijo, no hay forma de cambiarlo”, a pretender que la Iglesia no debe inmiscuirse en cuestiones que a muchos les parecen políticas, pero que a otros nos parecen la natural forma de actuar de aquellos que hemos sido llamados por Jesús a continuar su camino liberador a “predicar el evangelio a los pobres; a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar a los cautivos su libertad, a los ciegos la vista; y a proclamar el año de gracia del Señor”.

Que más mandato que este del Señor, que nos envía a “proclamar la Buena Noticia” a todos los confines de la tierra. Y que más Buena Noticia, que decirle a los débiles que podemos luchar contra los sistemas, las inequidades, y todas las actitudes que permiten que en la creación de Dios, persistan injusticias, abusos, explotaciones ... que el hombre siga todavía a esta altura del juego sirviéndose de su hermano para enriquecerse.

Recordemos que significaba en la tradición hebrea el año de gracia del Señor al que se refiere Jesús, que era un año, el 7mo cada período, donde las deudas eran perdonadas, los esclavos liberados y se empezaba todo desde cero. (Deut 15, 1-6)

Ya Juan el Bautista también nos daba una recomendación, “el que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene de comer, haga lo mismo” o sea que la solidaridad con el pobre, con el que no tiene, con el oprimido debe ser la máxima de vida de todos los que nos consideramos seguidores del Reinado de Dios.

Monseñor Pedro Casaldáliga nos lo dice convencido totalmente de esto: “La Opción por los Pobres sigue siendo la opción por los pobres, textualmente. Quiero decir: sigue siendo una conciencia de que los pobres son la opción del mismo Dios, el Dios de Jesús. La biblia entera, y, sobre todo, la palabra, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, nos confirman en esta conciencia teológica, teologal, de que Dios optó, opta y seguirá optando por los pobres, sus hijos -mayoría- prohibidos de ser plenamente humanos, por sistemas de prepotencia y de marginación.

Luchemos pues para ayudar a liberar a nuestros hermanos de las ataduras que impiden a unos ver la voluntad de Dios, y a otros gozar de la plena participación en el Reinado de Dios.

Monday, July 23, 2007

Y Cristo Lloró en los Jardines del Vaticano

Andando por la red, allí donde crece una Iglesia pobre y liberadora, leí de un popular teólogo, censurado varias veces y buen conocedor de la lectura popular de la Biblia, la siguiente visión, que él aseguraba era verdadera.

Iba un día camino del centro comunitario cuando se vio trasportado, no sé si en sueño o en espíritu, a los jardines del Vaticano. De repente vio a un papa -no era ninguno de los conocidos- todo de blanco, rodeado por sus principales cardenales consejeros. Hacían el habitual paseo después del almuerzo, caminando por los jardines en flor del Vaticano. De pronto, el Papa vislumbró, a unos pocos metros de distancia, la figura del Maestro. Éste siempre aparece disfrazado, unas veces como jardinero, otras como caminante que va hacia Emaús. Pero el sucesor de Pedro, apartándose del grupo de cardenales, con fino tacto, identificó al instante al Resucitado. Se arrodilló y quiso pronunciar la profesión que hizo a Pedro ser la piedra sobre la cual se construye la Iglesia (\"Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo\") cuando fue atajado por Jesús. Mirando el palacio del Vaticano a lo lejos y la silueta de los edificios de la Santa Sede, Jesús con voz entristecida dijo: «No te bendigo, Simón, hijo de Jonás y sucesor de Pedro, porque todo esto no fue inspirado por mi Padre que está en los cielos sino por la carne y por la sangre. A ti te digo que no fue sobre estas piedras que edifiqué mi Iglesia, porque temía que así las puertas del infierno pudiesen prevalecer contra ella».

El Papa se quedó perplejo y dirigió su mirada al rostro de Jesús. Vio que caían furtivamente dos lágrimas de sus ojos. Se acordó de Pedro que lo había traicionado tres veces y que, arrepentido, lloró amargamente. Quiso articular alguna palabra, pero ésta murió en su garganta. Él también empezó a llorar. En esto el Señor desapareció.

Los cardenales oyeron las palabras del Maestro y se apresuraron a asistir al Papa. Entonces éste les dijo con gran severidad: «Hermanos, el Señor me abrió los ojos. Por eso, las cosas no pueden quedar así. Ayúdenme a realizar la voluntad del Señor».

El Cardenal Camarlengo, el más anciano de todos, afirmó: «Santidad, sí, vamos a hacer algo para seguir a Jesús y la tradición de los Apóstoles. Mañana reuniremos a todo el colegio cardenalicio presente en Roma e, invocando al Espíritu Santo, decidiremos cómo proceder, conforme a las palabras del Señor».

Todos se alejaron pesarosos, mientras les venían a la memoria aquellas escenas del Nuevo Testamento que se refieren a Jesús llorando sobre la ciudad santa que mataba a sus profetas y apedreaba a los enviados de Dios, y que se negaba a reunir a sus hijos e hijas como la gallina recoge a sus polluelos bajo sus alas.

Algunos, sin embargo, comentaban: «hermanos, seamos realistas y prudentes, pues nos toca vivir en este mundo que ayudamos a construir. ¿Podemos negar nuestra historia? Pero veamos lo que el Espíritu nos inspira».

Al día siguiente, cuando los cardenales se dirigían a la sala del consistorio, graves y cabizbajos, el secretario del Papa vino corriendo y les comunicó casi a gritos: «El Papa ha muerto».

Se celebraron los funerales con la pompa que acostumbran los cardenales, con sus vestimentas brillantes y llenas de color, venidos de todas partes del mundo. Una semana después sepultaron al Papa.

Y nadie se acordó nunca más de las palabras que el Señor había dicho.

Friday, July 13, 2007

Dos Consignas de Jesús

Después de veinte siglos de cristianismo es difícil escuchar con honradez las instrucciones de Jesús a los suyos sin sentir un poco de vergüenza por nuestro comportamiento. No se trata de vivirlas al pie de la letra. No. Simplemente de no actuar contra el espíritu que encierran. Hoy sólo nos detendremos en dos consignas.


Jesús envía a sus discípulos por las aldeas de Galilea como «corderos en medio de lobos». ¿Quién cree que ésta ha de ser hoy nuestra identidad en una sociedad atravesada por toda clase de conflictos y enfrentamientos? Y, sin embargo, entre nosotros no necesitamos más lobos, sino más corderos. Cada vez que desde la Iglesia o su entorno se alimenta la agresividad y el resentimiento o se lanzan insultos y ataques que hacen más difícil el mutuo entendimiento, estamos actuando contra el espíritu de Jesús.


Lo «primero» que han de comunicar sus discípulos al entrar en una casa es «Paz a esta casa». La paz es la primera señal del reino de Dios. Si la Iglesia no introduce paz en la convivencia, los cristianos estamos anulando de raíz nuestra primera misión.


La otra consigna es más desconcertante: «No llevaréis talega ni alforja ni sandalias». Los seguidores de Jesús vivirán como los vagabundos que encuentren en el camino. No llevarán dinero ni provisiones. Caminarán descalzos como tantos pobres que no tienen un par de «sandalias» de cuero. No llevarán siquiera una «alforja» como hacen ciertos filósofos itinerantes.


Todos podrán ver plasmada en su manera de vestir y de equiparse su pasión por los últimos. Lo sorprendente es que Jesús no está pensando en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: en lo que no deben llevar; no sea que se distancien demasiado de los más pobres.

¿Cómo se puede traducir hoy este espíritu de Jesús en una sociedad del bienestar? No ciertamente recurriendo a un atuendo que nos identifique como miembros de una asociación religiosa o responsables de un cargo o tarea en la Iglesia. Cada uno hemos de revisar con humildad qué nivel de vida, qué comportamientos, qué palabra, qué actitud nos identifican con los últimos.

Friday, July 06, 2007

Su Santidad, le Invito a RD para que Vea

El Papa Benedicto XVI dijo ayer que en República Dominicana se trata con caridad y solidaridad a los Haitianos que vienen a nuestro país a trabajar. Personalmente quiero invitar a Su Santidad a que se dé una vueltecita por algunos de los bateyes donde trabajan esas almas, desplazadas por la miseria que viven de aquel lado de la frontera. Aunque no creo que exista esclavitud, pues una cosa es ser esclavo, maltratado y odiado como algunos han querido hacer ver, y otra es, que no se puede negar que la miseria y la exclusión en esos bateyes son inmensas. Entonces Su Santidad, con el “respeto y perdone“, le vendría bien un viajecito a República Dominicana para que en carne propia vea como es que la gente pasa trabajo en esos lugares, y por favor Su Santidad, no se acostumbre a la comodidad del arzobispado porque desgraciadamente, no todos los barrios y lugares de nuestro país son así, como no todos los lugares del mundo son tan cómodos como el vaticano. Perdone usted si le hiero un poco con esto, pero como usted dice que nosotros los latinos que creemos en una Iglesia comprometida con los pobres y excluidos, de los que forman parte esos haitianos en nuestro país, no hemos entendido el evangelio, cuando esté en uno de esos bateyes, donde por cierto también hay dominicanos, piense un poco y díganos que usted cree que haría Jesús ante la situación que se vive en esos lugares. ¿Cuáles serían las palabras que Nuestro Señor usaría para definir la situación? ¿Cuál sería su actitud? Piénselo hermano Benedicto, su alta investidura le faculta para ser nuestro guía, por eso debe usted dar una buena idea a todos los que profesamos la fe católica sobre los problemas del mundo. Así sea

Monday, July 02, 2007

Para Ver a Dios

Canto Indígena cherokee - Traducida y adaptada del Libro By San Etioy).

Un hombre susurró: "Dios, habla conmigo".
Y un Ruiseñor comenzó a cantar.
Pero el hombre no oyó. El hombre repitió: "Dios, habla conmigo".
Y el eco de un Trueno se oyó. Más el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró alrededor y dijo: "Dios, déjame verte".
Una Estrella brilló en el cielo. Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar: "Dios, muéstrame un milagro". Un Niño nació. Mas el hombre no sintió el latir de la vida. El hombre comenzó a llorar y a desesperarse: "Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo…".
Y una Mariposa se posó suavemente en su hombro.
El hombre espantó la mariposa con la mano y desilusionado Continuó su camino, triste, solo y con miedo.

¿Hasta cuando mantendremos nuestros ojos y nuestros corazones cerrados, para los milagros de la vida, que la vida nos presenta en todo momento?