Tuesday, September 11, 2007

Y el Cristo se Estremeció

Como si fuera una protesta, También Jesucristo, hoy grita contra la guerra, contra la matanza, contra el terror que nos convierte en prisioneros de nuestras propias casas. Un artículo de Leonardo Boff.

Y, de repente, el Cristo del Corcovado se estremeció y cobró vida. Lo que era cimiento y piedra se hizo cuerpo y sangre. Levantando los ojos, vio multitudes que llenaban calles y plazas del mundo entero, llevando banderas blancas y clamando: queremos paz, nunca más la guerra. Entonces, conmovido de ternura, abrió la boca y dijo:

«Bienaventurados todos vosotros, constructores de la paz, porque seréis llamados hijos del Altísimo y amigos de la Tierra. Benditos vosotros, porque conservasteis la memoria del arco iris, la alianza que sellé con toda la vida y para siempre».

Y mirando más lejos, vio ciudades milenarias destruidas, monumentos de la cultura humana reducidos a polvo, cuerpos destrozados, niños calcinados por el fuejo, mujeres mutiladas por la metralla de las bombas, y sangre, mucha sangre por las paredes humeantes. Y lleno de ira sagrada, con voz cortante, habló y dijo:

«Ay de vosotros, señores de la guerra, enemigos de la vida y de la naturaleza, y asesinos de mis hermanos y hermanas del Islam.

Raza de víboras venenosas, ¿por qué no escuchasteis el clamor de la Humanidad suplicando diálogo, negociación y paz?

Blasfemos, usáis el nombre del Dios de la vida para quitar la vida a los otros.

Hipócritas, despreciasteis las leyes que vosotros mismos creasteis para contener la voluntad de agredir y de matar. ¿Por qué habéis despreciado las normas internacionales que salvaguardan la justicia mínima y la más elemental humanidad? ¿Por qué con sacos de vil dinero habéis hecho todo lo posible para comprar conciencias y conseguir con extorsión la licencia para atacar y matar?

Cobardes, escogisteis un país sitiado, humillado y extenuado para mostrar la capacidad de devastación que habéis conseguido, como nunca antes fue vista sobre la faz de la Tierra.

Ay de vosotros, terroristas del miedo, que con el pretexto de desarmar a un tirano que vosotros mismos armasteis con armas de destrucción masiva, mentisteis al pueblo, alegando un peligro inminente de ataque. Contra el más mínimo sentido del derecho, os adelantasteis con una guerra desproporcionada. Más aún que el petróleo, lo que queréis es destruir a quien no se someta a vuestros intereses, extendidos ahora a todo el Planeta.

Maldita la «guerra preventiva» que os trajo el miedo preventivo. ¿No veis que habéis hecho a vuestro pueblo rehén del miedo, del miedo a montar en un avión, miedo a recibir cartas, miedo a los árabes, miedo a los musulmanes, miedo a vosotros mismos?

Malditas las bombas inteligentes. Más maldita aún la «madre de todas las bombas», cuyo poder destructivo sólo queda un paso detrás de las armas nucleares.

Ay de las inteligencias que han excogitado esa máquina de muerte contra todas las formas de vida… Habéis abierto las puertas del infierno y habeis soltado los demonios del terror y las masacres. ¿Qué habéis hecho de vuestros hermanos? ¿Qué habéis hecho?

Padre Santo: vuelve tu mirada hacia los humanos, mis hermanos y hermanas más pequeños. Dales el cuidado de unos para con otros, a fin de que nazca la paz verdadera. Que estén celosos por el bien de su Casa Común, la Tierra, que enjuguen mutuamente sus lágrimas, que se estrechen las manos, que se besen en el rostro, que se sienten a la mesa y sientan la generosidad del alimento suficiente para todos. Y que rían y canten y amen y veneren, bajo el mismo arco iris de la gracia divina que se extiende sobre todos, expresión de tu Reino –tuyo y nuestro- de benevolencia y Paz».

Tuesday, September 04, 2007

La Iglesia Católica: Una Gran Secta ?

Muchas veces, cuando actuamos movidos por un fanatismo radical las cosas no funcionan como deberían. Esto sucede a diario en nuestra iglesia, en la cual la jerarquía trata desmedidamente de imponer a otros a sangre y fuego, algunos dogmas, doctrinas y tradiciones que pueden estar bien para algunos de nosotros, pero no tienen que ser la norma. Este es un artículo de mi hermano Leonardo Boff, pensemos en cómo poco a poco nos podemos estar convirtiendo en algo en lo que el Señor no estaría de acuerdo.

Los acontecimientos ocurridos en los últimos meses dentro de la Iglesia católica romana nos suscitan la cuestión del peligro de que ésta asuma claramente comportamientos de secta. Benedicto XVI está imprimiendo un curso peligroso a la Iglesia católica, provocando severas críticas no sólo de teólogos, sino de cardenales, de episcopados completos como el de Francia, de grupos de obispos de Alemania y, sorprendentemente, de obispos de la romanísima Italia, además de otros líderes religiosos y de organismos ecuménicos mundiales. Desde su tiempo de cardenal ha tratado a los grupos progresistas y a los teólogos de la liberación a bastonazos, y con guantes de terciopelo a los conservadores y tradicionalistas seguidores del obispo Lefèbvre, excomulgado en 1988 y que en contra de Roma ordenó a sacerdotes y obispos. El Vaticano acabó por consentir sus seminarios donde forman al clero según el rito tradicionalista. Y ahora acaba de atender a una de sus demandas mayores: volver a la misa en latín del Concilio de Trento (1545-1563) con todas sus limitaciones históricas, hoy inaceptables. En ella se reza «por los pérfidos judíos» para que acepten a Jesús como Mesías.

Lo más grave ocurrió inmediatamente después con la publicación de “cinco preguntas sobre la Iglesia”, originada en la Congregación para la Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa, en la que se repite lo que en el año 2000 enfatizaba el entonces cardenal J. Ratzinger en el documento Dominus Jesús, verdadero exterminador del futuro del ecumenismo: la única Iglesia de Cristo subsiste solamente en la Iglesia Católica, fuera de la cual no hay salvación. Las demás «iglesias» no lo son pues sólo poseen «elementos eclesiales», y la Iglesia Ortodoxa, tenida como una expresión de la catolicidad, fue rebajada a simple iglesia particular. Estas posiciones reencienden la guerra religiosa cuando todos están buscando la paz, cuya consecución está siendo debilitada por la Iglesia.

La Iglesia Católica se está aislando cada vez más de todo. Su base social son principalmente los movimientos, mediocres en pensamiento, subordinados a las autoridades, que prefieren la aeróbica de Dios a enfrentarse con los problemas de la pobreza y de la injusticia. Una Iglesia se comporta como secta, según clásicos como Troeltsch y Weber, cuando tiene la pretensión absolutista de detentar ella sola la verdad, cuando se niega al diálogo, rechaza el trabajo ecuménico y manifiesta una creciente autofinalización. En este sentido cabe recordar que el Vaticano no ha firmado la Carta de los Derechos Humanos de 1948, se negó a entrar en el Consejo Mundial de Iglesias porque se juzga por encima y no junto a las demás Iglesias, se negó a apoyar la convocación de un Concilio universal de todos los cristianos en la perspectiva de la paz mundial, con el pretexto de que le compete exclusivamente a Roma hacerlo, prohibió la compra de las tarjetas del UNICEF destinada a la infancia desfavorecida alegando que esta entidad favorecía el uso de preservativos. Por otro lado, crece el patrimonio inmobiliario de la Iglesia que, según algunas investigaciones (Adista 2/6/07), llega a 1/5 de todo el patrimonio italiano y romano. La especulación inmobiliaria y financiera produjo al Vaticano 1047 millones de euros entre 2004 y 2005.

La estrategia doctrinal del papa actual es la de la confrontación directa con la modernidad con un pesimismo cultural inadmisible en alguien que debería saber que el Espíritu no es monopolio de la Iglesia y que la salvación es ofrecida a todos.

No causaría asombro si algunos más radicales, animados por gestos del actual papa, intentasen un cisma en la Iglesia. En el siglo IV casi todos los obispos adherían a la herejía del arrianismo (Cristo sólo semejante a Dios). Fueron los laicos quienes salvaron a la Iglesia proclamando a Jesús como Hijo de Dios. Es urgente actualizar esta historia dada la estrechez de mente y el vacío teológico reinante en los niveles altos de la Iglesia.