Tuesday, October 09, 2007

Fe Viva y Fuerte

Probablemente, lo primero que necesitamos hoy los cristianos no es “aumentar” nuestra fe, como pedían los apóstoles, ni creer más en toda la doctrina que hemos ido formulando a lo largo de los siglos. Lo decisivo es reavivar en nosotros una fe viva y fuerte en Jesús. Lo importante no es creer cosas, sino creerle a él.


Jesús es lo mejor que tenemos en la Iglesia, y lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Por eso, nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para ello necesitamos conocerlo de manera más viva y concreta, comprender mejor su proyecto, captar bien su intención de fondo, sintonizar con él, recuperar el “fuego” que él encendió en sus primeros seguidores, contagiarnos de su pasión por Dios y su compasión por los últimos. Si no es así, nuestra fe seguirá siendo más pequeña que “un granito de mostaza”. No “arrancará” árboles ni “plantará” nada nuevo.

Thursday, October 04, 2007

Jesus Busca la Conversión de Todo el Pueblo

Jesús buscaba sin duda la «conversión» de todo el pueblo de Israel. Nadie lo dudaba. Entonces, ¿por qué perdía el tiempo acogiendo a prostitutas y recaudadores, gente al fin y al cabo indeseable y pecadora? ¿Por qué se despreocupaba de los que vivían en el marco de la Alianza y se dedicaba tanto a un pequeño grupo de perdidos y perdidas?


Jesús respondió con varias parábolas. Quería meter en el corazón de todos algo que llevaba muy dentro. Los “perdidos” le pertenecen a Dios. Él los busca apasionadamente y, cuando los recupera, su alegría es incontenible. Todos tendríamos que alegrarnos con él.


En una de las parábolas habla de un “pastor insensato” que ha perdido una oveja. Aunque está perdida, aquella oveja es suya. Por eso, no duda en salir a buscarla, abandonando en «el campo» al resto del rebaño. Cuando la encuentra, su alegría es indescriptible. “La carga sobre los hombros”, en un gesto de ternura y cariño, y se la lleva a casa. Al llegar, invita a sus amigos a compartir su alegría. Todos le entenderán: “He encontrado la oveja que se me había perdido”.


La gente no se lo podía creer. ¿No es una locura arriesgar así la suerte de todo el rebaño? ¿Acaso una oveja vale más que las noventa y nueve? ¿Puede este pastor insensato ser metáfora de Dios? ¿Será verdad que Dios no rechaza a los “perdidos”, sino que los busca apasionadamente? ¿Será cierto que el Padre no da a nadie por perdido?


Esta parábola explica muy bien por qué Jesús busca el encuentro con pecadores y prostitutas. Su actuación con las “ovejas perdidas” de Israel hace pensar. ¿Dónde se mueven hoy los pastores llamados a actuar como Jesús? ¿Dentro del redil o junto a las ovejas alejadas? ¿Cuántos se dedican a escuchar a los “perdidos”, ofrecerles la amistad de Dios y acompañarlos en su posible retorno al Padre?


Nosotros somos más “sensatos” que Jesús. Para nosotros, lo primero es cuidar y defender a los cristianos. Luego, gritar desde lejos a toda esa gente perdida que vive al margen de la moral que predicamos. Pero entonces, ¿cómo podrán creer que Dios no los está condenando desde lejos sino buscando desde cerca?