Al recibir esta mañana en el palacio apostólico de Castelgandolfo a representantes de países de mayoría musulmana que mantienen relaciones diplomáticas con
En la reunión con el Pontífice, realizada a puerta cerrada, participaron los jefes de las misiones de Kuwait, Jordania, Pakistán, Qatar, Costa de Marfil, Indonesia, Turquía, Bosnia-Herzegovina, Líbano, Yemen, Egipto, Irak, Senegal, Argelia, Marruecos, Albania, Liga de los Estados Árabes, Siria, Túnez, Libia, Irán y Azerbaiyán, así como 14 miembros de la Consulta islámica en Italia y dos representantes del Centro Islámico Cultural de Italia y de la Oficina de
"Hoy quisiera resaltar –dijo el Santo Padre hablando en francés– toda la estima y el profundo respeto que nutro por los creyentes musulmanes".
El Papa recordó que desde el inicio de su pontificado había expresado el deseo de que "se sigan consolidando puentes de amistad con los fieles de todas las religiones, con un particular aprecio por el crecimiento del diálogo entre musulmanes y cristianos".
"En un mundo marcado por el relativismo, y que con mucha frecuencia excluye la trascendencia de la universalidad de la razón, tenemos gran necesidad de un diálogo auténtico entre las religiones y entre las culturas, un diálogo capaz de ayudarnos a superar juntos todas las tensiones en un espíritu de colaboración fructífera".
El Pontífice explicó luego que en continuidad con Juan Pablo II, "confío vivamente que las relaciones inspiradas en la confianza, que se han instaurado desde hace varios años entre cristianos y musulmanes, no solo prosigan sino que se desarrollen en un espíritu de diálogo sincero y respetuoso, fundado en un conocimiento recíproco cada vez más auténtico, que reconoce con alegría los valores religiosos comunes y que, con lealtad, respeta las diferencias".
Diálogo sincero
Benedicto XVI destacó sin embargo que "el diálogo interreligioso e intercultural constituye una necesidad para construir juntos el mundo de paz y de fraternidad ardientemente deseado por todos los hombres de buena voluntad. En este ámbito, nuestros contemporáneos esperan de nosotros un testimonio elocuente que pueda indicar a todos el valor de la dimensión religiosa de la existencia".
Por eso destacó que es necesario que "cristianos y musulmanes aprendan a trabajar juntos, como ya lo hacen en distintas experiencias comunes, para evitar toda forma de intolerancia y oponerse a toda manifestación de violencia; además, nosotros, autoridades religiosas y responsables políticos, tenemos que guiarles y alentarles en este sentido".
Recordar la Historia
El Pontífice destacó que la importancia de recordar la historia, muchas veces penosa, radica en que debe "ayudarnos a buscar las vías de la reconciliación para que, en el respeto de la identidad y de la libertad de cada uno, se instaure una colaboración fructuosa al servicio de toda la humanidad".
Y luego recordó las palabras del Papa Juan Pablo II a los jóvenes de Marruecos, "el respeto y el diálogo exigen la reciprocidad en todos los campos, sobre todo por lo que respecta a las libertades fundamentales y más en concreto, a la libertad religiosa. Así se favorecen la paz y el entendimiento entre los pueblos".
Cómo trabajar juntos
"Estoy profundamente convencido de que, en la situación en la que se encuentra el mundo hoy, es un imperativo para los cristianos y musulmanes comprometerse para afrontar juntos los numerosos desafíos con los que se enfrenta la humanidad, especialmente por lo que concierne a la defensa y promoción de la dignidad del ser humano y los derechos que se derivan de ella", dijo el Pontífice, hacia el final de su discurso.
"Mientras crecen las amenazas contra el ser humano y contra la paz, al reconocer el carácter central de la persona humana y al trabajar sin descanso para que la vida humana sea siempre respetada, cristianos y musulmanes manifiestan su obediencia al Creador, cuya voluntad es que todos los seres humanos vivan con la dignidad que les ha dado", concluyó.
Un encuentro cordial
Desde el primer saludo dirigido en francés, el Pontífice fue interrumpido por una salva de aplausos, sentados en un semicírculo frente al Papa. El discurso pronunciado íntegramente en francés, fue inmediatamente distribuido por la sala de prensa de
Tras el discurso, el Pontífice saludó personalmente a cada uno de los presentes, algunos de los cuales expresaron especial efusión e intercambiaron breves palabras privadas con el Pontífice; entre ellos, el Embajador de Irak ante
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