Monday, May 28, 2007

Carta Abierta a Benedicto XVI

Carta abierta a mi hermano Benedicto XVI
Claude Lacaille, Prêtre des Missions-Étrangères, Trois-Rivières, 16 de mayo de 2007
Original en frances:
http://www.ledevoir.com/2007/05/16/143634.html

Traducción de Marcela Villalobos Cid

Te escribo esta carta porque necesito comunicarme con el pastor de la Iglesia católica y no existe otro canal de comunicación para encontrarte. Me dirijo a tí como un hermano en la fe y en el sacerdocio, puesto que hemos recibido de manera común la misión de anunciar el Evangelio de Jesús a todas las naciones.

Soy sacerdote misionero quebequense desde hace 45 años; me comprometí con entusiasmo y al servicio del Señor en la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Fui llevado a un trabajo cercano en medios particularmente pobres : en el barrio de Bolosse en Puerto Príncipe durante François Duvalier, entre los Quechuas de Ecuador y finalmente en un barrio obrero en Santiago de Chile durante la dictadura de Pinochet.

Cuando hacíamos la lectura del Evangelio de Jesús, durante mis estudios en secundaria, me impresionaba la multitud de pobres y cojos de la vida que acompañaban a Jesús; sin embargo, los numerosos padres que nos acompañaban en ese colegio católico nos hablanban sólo de moral sexual. Tenía quince años.

La Teología de la Liberación ¿mezcla errónea de fe y política?

Dentro del avión que te conducía hacia Brasil, una vez más condenaste la Teología de la Liberación como un falso milenarismo y una mezcla errónea entre fe y política. Estuve profundamente enojado y herido por tus palabras. Ya había leído y releído las dos instrucciones que el ex-cardenal Ratzinger había publicado sobre el tema. Describen un espantapájaros que no representa para nada mi vivencia y mis convicciones. No tuve necesidad de leer a Karl Marx para descubrir la opción por los pobres. La Teología de la Liberación, no es una doctrina ni una teoría; es una manera de vivir el Evangelio en la cercanía y en la solidaridad con las personas más excluídas, con los empobrecidos.

Condenar así de manera pública a los creyentes que consagraron su vida, es indecente. Somos decenas de millares de laicos y laicas, religiosas y religiosos, sacerdotes venidos de todos lados que hemos seguido el mismo camino. Ser discípulo de Jesús, es imitarlo, seguirlo, actuar como Él actuó. No entiendo el ensañamiento y el acoso hacia nosotros. Justo antes de tu viaje a Brasil, redujiste al silencio y suspendiste la enseñanza católica del padre Jon Sobrino, teólogo comprometido y abnegado, compañero de los Jesuitas mártires del Salvador y de Monseñor Romero. Este hombre de 70 años ha servido con valor y con humildad a la Iglesia de América Latina por su docencia. ¿Acaso es una herejía el presentar a Jesús como un hombre y aceptar las consecuencias?

Viví la dictadura de Pinochet en Chile en una Iglesia guiada valientemente por un pastor excepcional, el Cardenal Raúl Silva Henriquez. Bajo su gobierno, acompañamos un pueblo aterrorizado por los militares fascistas católicos que pretendían defender la civilización cristiana occidental torturando, secuestrando, desapareciendo y asesinando. Viví esos años en La Bandera, un barrio popular tocado particularmente por la represión. Sí, escondí personas; sí, les ayudé a huir del país; sí, les ayudé a salvar el pellejo; sí, participé en las huelgas de hambre. También consagré esos años a leer la biblia con la gente de los barrios populares: centenares de personas descubrieron la Palabra de Dios y eso les permitió enfrentar la opresión con fe y valor, convencidos de que Dios les acompañaba. Organicé sopas populares y talleres artesanales para permitir a los ex-prisioneros políticos encontrar su lugar en la sociedad. Recogí los cuerpos asesinados en la morgue y les dí una sepultura digna, de seres humanos. Promoví y defendí los derechos humanos poniendo en riesgo mi integridad física y mi vida. Sí, la gran mayoría de las víctimas de la dictadura eran marxistas y nos acercamos hacia ellos porque nos parecíamos. Y cantamos y esperamos juntos el fin de esta ignominia. Soñamos juntos la libertad.

¿Qué hubieras hecho en mi lugar? ¿Por cuál de estos pecados quieres condenarme, mi querido Benedicto? ¿Qué es lo que te enemista con esta práctica? ¿Acaso es lejana de lo que Jesús hubiera hecho en las mismas circunstancias? ¿Cómo piensas que me siento cada vez que escucho tus repetidas condenaciones? Estoy llegando como tú al final de mi servicio ministerial y esperaba ser tratado con un poquito más de respeto y cariño de la parte de un pastor. Pero tú me dices: “No has entendido nada del Evangelio. Todo eso es solamente marxismo. Eres un ingenuo” ¿No te parece que hay mucha arrogancia?

Vengo llegando de Chile donde vi a mis amigos de barrio desde hace 25 años; fueron 70 los que me recibieron en enero. Me acogieron de una manera tan fraterna que me decían: «Tú viviste con nosotros, como nosotros, nos acompañaste durante los peores años de nuestra historia. Fuiste solidario y nos amaste. ¡Esa es la razón por la cual te queremos tanto!» Y esos mismos trabajadores y trabajadoras me decían: «Nuestra Iglesia nos ha abandonado. Los sacerdotes regresaron a sus templos; ya no comparten con nosotros, ya no viven entre nosotros».

En Brasil es la misma realidad: durante 25 años han remplazado un episcopado comprometido con los campesinos sin tierra y con los pobres de las favelas de las grandes ciudades, por obispos conservadores que han combatido y rechazado las miles de comunidades de base donde la fe se vivía al ras de la vida concreta. Todo esto ha provocado un vacío inmenso que las Iglesias evangélicas y pentecostales han sabido llenar: ellas han permanecido en medio del pueblo. Y es por miles de centanares que los católicos pasan a esas comunidaes.

Querido Benedicto, te suplico cambiar tu mirada. No tienes la exclusividad del Soplo Divino; toda la comunidad eclesial está animada por el Espíritud de Jesús. Te lo pido, haz una remisión de tus condenaciones; serás juzgado pronto por el Único autorizado a clasificar a la derecha o a la izquierda, y tú sabes tan bien como yo que es sobre el amor que será nuestro juicio.

Fraternalmente,


Claude Lacaille, p.m.é
*

Trois-Rivières

16 de Mayo 2007

Traducción : Marcela Villalobos Cid



* El autor es sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras (Prêtres des Missions Étrangères, por sus siglas en francés), es biblista y en Québec continúa su trabajo pastoral en medios populares. Su fe y su compromiso social están marcados por su lucha por la juticia y contra la opresión

Sunday, May 27, 2007

Que había antes del antes ?

Este es un artículo del teólogo Leonardo Boff, que reproduzco aquí para que lo analicemos.


Gran parte de la comunidad científica considera como dato seguro que el universo y nosotros mismos venimos de una inconmensurable explosión -big bang- ocurrida hace cerca de 13.700 millones de años. Existe un último fósil de ese evento, verificado por la ciencia. En 1965 dos técnicos estadounidenses de la Bell Telephone Laboratories de New Jersey, Arno Penzias y Robert Wilson construyeron un aparato de microondas ultrasensible. Al probar el aparato, constataron que en él había un ruido que no podían limpiar. Venía uniformemente de todas las partes del universo, una onda bajísima de tres grados Kelvin.

¿Cuál era el origen de este ruido cósmico de fondo? Ellos y otros astrofísicos constataron que era el último eco de la gran explosión y el resto final que quedaba de la irradiación inicial. Tomando como referencia las galaxias más distantes que se alejan de nosotros a gran velocidad y cuya radiación roja nos está llegando ahora, concluyeron que tal hecho había ocurrido cerca de 13.700 millones de años atrás. Por este descubrimiento, Penzias y Wilson ganaron el premio Nóbel de física en 1978.

Es decir, nuestra edad no es la de nuestro nacimiento sino la del nacimiento del universo hace todos esos miles de millones de años, cuando estábamos potencialmente todos juntos allí con los demás seres del universo. Este dato sería, según algunos, el mayor descubrimiento realizado por la ciencia.

¿Qué había antes del big bang? Los cosmólogos sugieren que lo que había era el vacío cuántico, el estado de energía de fondo del universo, origen de todo lo que existe. Otros lo llaman abismo alimentador de todo ser. Condensación de él sería aquel puntito que primero se hinchó como un balón y después explotó dando origen tal vez, según la teoría de las cuerdas, a otros eventuales mundos paralelos. Pero el vacío cuántico, última realidad alcanzada por la microfísica, es todavía una realidad discernible. Es el antes. Pero ¿qué había antes de ese antes discernible?

En un programa de radio le preguntaron a Penzias qué había antes del big bang y del vacío cuántico. Él respondió: “No lo sabemos, pero razonablemente podemos decir que no había nada”. Inmediatamente llamó una oyente, irritada, acusando a Penzias de ateo. Él sabiamente respondió: “Señora, creo que usted no se ha dado cuenta de las implicaciones de lo que acabo de decir. Antes del big bang no había nada de lo que hoy existe. Si lo hubiera cabría preguntar: ¿de dónde vino?”. Sigue comentando que si había la nada y de repente empezaron a aparecer cosas era señal de que Alguien las había sacado de la nada, y concluye diciendo que su descubrimiento podrá llevar a la superación de la histórica enemistad entre ciencia y religión.

Lo que podemos decir honradamente es que antes del antes había lo Incognoscible, lo Impenetrable, el Misterio. Pues bien, los nombres que las religiones atribuyen a aquello que llaman Dios o Tao, Yavé, Olorum o cualquier otra Entidad, quieren expresar exactamente lo Incognoscible y el Misterio al que se refería Penzias. Por lo tanto “había Dios”. Él no creó el mundo en el tiempo y en el espacio sino con el tiempo y con el espacio.

¿Qué había antes del antes? Ahora podemos balbucear: había la «Realidad» fuera del espacio-tiempo, en el equilibrio absoluto de su movimiento, la Totalidad de simetría perfecta, la Energía infinita y el Amor desbordante. Ni siquiera deberíamos usar tales nombres, pues los nombres surgieron después, cuando ya todo había sido traído a la existencia. Verdaderamente deberíamos callar. Pero como somos seres hablantes, usamos palabras, aunque no dicen nada. Sólo son flechas que apuntan hacia un Misterio.

Friday, May 25, 2007

Un Pentecostés Vivificador

Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato del siglo 9 antes de Cristo: «El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra. Luego, soplo en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un viviente».

Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una «nueva creación». Al enviar a sus discípulos, Jesús «sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar «algo» de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús, podemos terminar sin que nadie en la Iglesia crea en algo diferente. Todo debe ser como ha sido. No está permitido soñar en grandes novedades. Lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible. Lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros. Nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: ¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora. No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón. Así sea.

Saturday, May 12, 2007

Anoche me Soñé

Un poco de calor en la habitación, pero como quiera el sueño me venció y así tirado en la cama, a merced de los brazos y juegos de Morfeo di un recorrido por la Iglesia y me imaginé muchas cosas interesantes.

Imagínese que la Iglesia estuviese verdaderamente dispuesta a asumir el hecho de que ha sido enviada a dar la Buena Noticia a los pobres y sacara todas las consecuencias de su compromiso histórico de levantar a los caídos, servir a los pequeños, defender la Vida…

Imagínese si laicos y pastores pudiesen encontrarse para un diálogo fraterno, franco y abierto sobre los signos de los tiempos que demandan, tanto en la sociedad como en la Iglesia, el coraje del testimonio profético que denuncia, anuncia y arriesga nuevos caminos…

Imagínese si la Iglesia tratase todas sus cuestiones internas como trata las sociales y, para dar el primer paso, comenzase por cuestionar su propio ejercicio del poder, respetando las diferencias y el derecho a discrepar, sin excluir a nadie, para establecer un auténtico espíritu democrático y participativo…

Imagínese si la Iglesia hiciese el mismo itinerario de su Maestro y fuese corriendo al encuentro de la Humanidad toda, que está falta de afecto y de pan, para anunciarle la Buena Noticia de la dignidad y de la paz…

Imagínese si la Iglesia se empeñase de verdad en la demarcación de las tierras de los pueblos indígenas y en la "repatriación" del pueblo negro, para resarcirles todo lo que les fue robado en el pasado y les ha sido negado en el presente…

Imagínese si la Iglesia invirtiese en la formación más seria y comprometida de sus cuadros, teniendo en cuenta la realidad socioeconómica, la diversificación de las culturas, la influencia de las ciencias humanas en la historia del pensamiento y de la praxis, la hermenéutica bíblica, la sexualidad…

Imagínese si la Iglesia revisase toda su moral, pero, esta vez a partir del Evangelio y, de una vez por todas, barriese de sus compendios todas las aberraciones que escribió y proclamó respecto del sexo, para exaltar el cuerpo como fuente de placer, de vida y de alegría, y por tanto, como manifestación del Dios Creador…

Imagínese si la Iglesia fuese consecuente en sus declaraciones contra el machismo y, con lealtad, abriese para la mujer las mismas oportunidades, tanto en el plano de los ministerios cuanto en el de las decisiones…

Imagínese si la Iglesia dejase a las parejas mismas la libertad de encontrar el método que mejor les pareciese para la planificación familiar, y no los maldijese, reproduciendo hoy la torcida moral agustiniana…

Imagínese si la Iglesia tuviese la sensibilidad de acompañar la evolución de la humanidad, del mundo y de las culturas, y tratase con el mismo cariño de Madre a aquellas personas que deshicieron su unión conyugal pero que continúan su camino a la busca del amor y de la felicidad…

Imagínese si la Iglesia cuestionase la obligación inhumana y cruel del celibato, que, impuesta a los clérigos, se hizo obsoleta en la historia, y hoy sólo contribuye para la mentira y el desequilibrio humano y afectivo…

Imagínese si la Iglesia acogiese en un abrazo tierno y fraterno todos aquellos hermanos en el sacerdocio ministerial que, casados, hicieron más completo su ministerio al expresar con la vida en pareja lo que hay de más bello en la creación: mujer y hombre a imagen de Dios…

Imagínese si la Iglesia cambiase sus criterios para seleccionar sus cuadros de mando y sólo tuviese en su jerarquía gente capacitada, abierta, equilibrada, madura humana y afectivamente, capaz de entregar su propia vida por amor al Reino…

Cuando desperté me acordé que el arte de imaginar pone en marcha los sueños y permite vislumbrar la posibilidad de realizarlos en la práctica. Ojalá tengamos los corazones abiertos para transformar nuestra imaginación en una realidad que transforme el rostro arrugado y desfigurado de la Iglesia, para que presente una nueva cara y cumpla, con fidelidad y celo apostólico, su misión de servir a la construcción de un nuevo milenio libre de toda prisión y exclusión.

Thursday, May 10, 2007

Estamos Sembrando la Paz ?

Siguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la «paz». No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más profundo. En una carta que Pablo escribe hacia el año 61 a una comunidad cristiana de Asia Menor, les manifiesta su gran deseo: «Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones». Esta paz no hay que confundirla con cualquier cosa. No es una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre en sus seguidores. Así dice Jesús: «Os dejo la paz, os doy mi paz».

Sin duda, recordaban lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: «En la casa en que entréis, decid primero: paz a esta casa». Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo. ¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué se vuelve una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? Hay una respuesta primera, tan elemental y sencilla, que nadie la toma en serio: sólo los hombres y mujeres que poseen paz, pueden ponerla en la sociedad.

Cualquiera no puede sembrar paz. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede movilizar a la gente, pero no es posible aportar verdadera paz a la convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.

No es difícil señalar algunos rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo. Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta.

¿Qué estamos aportando hoy desde la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y si los seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón, ¿qué es lo que llevan? ¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad?

Monday, May 07, 2007

Los Andes no cree en Dios

Artículo sacado de Eclessalia que nos puede ayudar mucho en la reflexión sobre nuestra Praxis en la sociedad, así como el comportamiento que muchas veces tenemos frente a las realidades del mundo. Escrito por Miguel Esquirol Vives.

Ayer pude ver la última película boliviana de Antonio Egino, posee grandes virtudes, como por ejemplo la excelente ambientación de la época, en el año 1927 en un pueblo minero de Bolivia, pero también bastantes falencias, como los parlamentos muchos de ellos forzados y algo artificiales. Pero no voy a hacer una crítica cinematográfica, sino que voy a referirme al problema del fondo religioso que deja entrever el título de la película.

El título, aunque menos literario, podría ser también los Andes no creen en el Dios de la Iglesia católica, pues si hay un pueblo todavía hoy profundamente religioso, es el pueblo andino, creyente en el Dios de sus antepasados, que acoge a todos sus hijos sin exclusión y que seguro que es sencillamente el mismo, pero con diferente manifestación.

Dos personajes importantes de la película son el sacerdote con sus feligresas de la legión de santa Catalina y la prostituta con sus chicas chilenas. La acción sucede en el pueblo minero de Uyuni, en los años del auge de la minería. Al sacerdote lo que le interesa es la moral y las buenas costumbres, no hace nunca referencia en sus sermones al sufrimiento de los indios en los socavones de la mina, que escupen sangre para que los dueños de la empresa minera y los grandes industriales ingleses se beneficien de la riqueza que produce el mineral, sobre todo gracias a la guerra.

En ese afán moralizante se organiza una marcha liderizada por el sacerdote y la presidenta de la asociación católica para ir a expulsar a las prostitutas del pueblo. Antes ya el sacerdote la había expulsado de la Iglesia, a la que asistía regularmente, pero cubierta por un velo negro para no ser reconocida. La marcha termina con el incendio del prostíbulo y con una pedrada que da en la cabeza de la prostituta mayor, que da la cara en defensa de sus chicas, quedando excomulgada para siempre.

Esa es la imagen antigua que todavía lamentablemente da hoy, en muchas ocasiones, nuestra Iglesia católica jerárquica, obsesionada por la moral y por el dogma, pero no por la moral de los negocios, en los que ella también está involucrada, ni por la moral de la justicia social o distributiva, ni por la moral del respeto a la libertad de los hijos de Dios, ni por la moral de la acogida ni por la solidaridad con los pobres, sino por la moral sexual, obsesionada en temas como el control de la natalidad, el uso de los preservativos, la homosexualidad, las uniones entre gays, los sacramentos para los divorciados y en tantos otros.

La segunda obsesión es por la letra del dogma, como para otros es la letra de la Biblia, cuando las mismas escrituras dicen que la letra mata y el espíritu es el que da vida. Y esto es lo que está pasando con los excomulgados de hoy, importantes teólogos de la llamada teología de la liberación, comprometidos con los pobres y que intentando buscar en las escrituras luz para el mundo de hoy, la Iglesia jerárquica católica los incrimina a uno detrás de otro, privándolos de la docencia y censurando sus escritos.

La iglesia católica oficial sigue dando todavía muchas veces esa imagen de antaño que nos muestra la película boliviana, y es por eso, entre otras razones, por las que se está quedando con los acomodados, con los que no quieren ningún cambio para defender su estatus, con los integritas y fanáticos, con los que tienen una fe para el templo pero no para la vida o una fe sin reflexión y sin espíritu de búsqueda. Y con los que no nos vamos a pesar de todo esto, por que sentimos que es nuestra casa y tenemos todo el derecho de estar en ella, por más equivocados que estemos.

Ya perdió la Iglesia en el siglo XIX a la clase obrera por llegar tarde a la industrialización y a los intelectuales por condenar el modernismo, a los jóvenes en el siglo XX por mantener sus símbolos sin significación para ellos y con un lenguaje ininteligible para la juventud, a las mujeres en el XXI por estar al margen de su emancipación y sus conquistas y seguirá perdiendo, si sigue así, incluso a los pueblos religiosos de Latinoamérica que no entienden a la Iglesia católica romana, pero que sí creen en Dios.

En vísperas de la reunión de obispos latinoamericanos, que se realizará este año en Aparecida, Brasil, manipulada ya desde el Vaticano, se ha retirado de la enseñanza y condenado a tres de sus libros al jesuita Jon Sobrino, una de las figuras religiosas de hoy más lúcidas y más comprometidas con los pobres y con la teología en América Latina. Pidamos a los obispos de Latinoamérica y el Caribe que sean fieles al Dios encarnado en esa realidad nuestra, con menos miedos y con la liberta de los hijos e Dios para que podamos seguir creyendo en el Dios de la vida y de la esperanza.