Refiriéndose al tiempo de Navidad, el Pontífice recordó que “quien se detiene a meditar ante el Hijo de Dios que yace inerme en el pesebre no puede sino sentirse sorprendido por este evento humanamente increíble; no puede sino compartir el estupor y el humilde abandono de la Virgen María, que Dios eligió como Madre del Redentor precisamente por su humildad”.
El Santo Padre señaló que “en el niño de Belén, cada ser humano descubre que es amado por Dios de manera gratuita; en la luz de la Navidad se manifiesta a cada uno la infinita bondad de Dios. En Jesús, el Padre celestial ha inaugurado una nueva relación con nosotros; nos ha hecho “hijos en el mismo Hijo”.
El Papa advirtió, sin embargo, que la alegría de la Navidad ”no nos hace olvidar el misterio del mal, el poder de las tinieblas que intenta oscurecer el esplendor de la luz divina; y por desgracia, cada día experimentamos este poder de las tinieblas”. “Se trata del drama del rechazo de Cristo, que, al igual que en el pasado, también hoy se expresa de modos muy diversos. Las formas de rechazo de Dios en la época contemporánea son quizá hasta más engañosas y peligrosas: desde el rechazo total a la indiferencia, desde el ateismo cientificista a la presentación de un Jesús moderno o postmoderno”.
“Un Jesús hombre, reducido a un simple hombre de su tiempo, privado de su divinidad; o un Jesús tan idealizado que a veces parece el personaje de un cuento de hadas”, agregó el Papa.
El Santo Padre subrayó luego que “en realidad, solo el Niño que yace en el pesebre posee el verdadero secreto de la vida. Por eso nos pide que lo acojamos en nuestros corazones, en nuestras casas, en nuestras ciudades y en nuestras sociedades”.
Para ello, aseguró, “nos ayuda la sencillez de los pastores y la búsqueda de los Magos, que a través de la estrella escrutan los signos de Dios; nos sirve de ejemplo la docilidad de María y la sabia prudencia de José”.
"Al inicio de este nuevo año –pidió finalmente–, reavivemos el compromiso de abrir a Cristo la mente y el corazón, manifestándole sinceramente la voluntad de vivir como verdaderos amigos suyos. De este modo seremos colaboradores de su proyecto de salvación y testigos de aquella alegría que nos dona para que la difundamos abundantemente a nuestro alrededor”.
"Vayamos junto a Jesús, caminemos con Él y así el año nuevo será un año feliz y bueno", terminó diciendo el Santo Padre.
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