El Papa Benedicto XVI, habló en la Audiencia General de hoy sobre la caridad que debe imperar en cada cristiano del mundo. Benedicto XVI dedicó la Audiencia a San Esteban, el primer mártir cristiano, y recordó que la caridad social no puede estar separada del anuncio del Evangelio.
Ante mas o menos siete mil personas reunidas en el Aula Pablo VI, el Pontífice recordó que “San Esteban es el más representativo de un grupo de siete compañeros que se ocupaban del servicio caritativo” de los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen griego o judío.
“La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los diáconos, a los cuales impusieron las manos los apóstoles”, dijo.
Además del servicio caritativo, señaló el Santo Padre, Esteban desarrollaba “una tarea evangelizadora con sus compatriotas, los denominados ‘helenistas’ y presentaba el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la muerte y resurrección de Cristo. Esta relectura provocó la reacción de los judíos que la percibieron como blasfema”.
Esteban, destacó el Papa, demuestra que “el misterio de la Cruz es el punto central de la historia de la salvación" y que “el culto del templo ha acabado” porque “el Resucitado es el nuevo templo”.
Tras su lapidación, el grupo de cristianos judíos y helenistas huyen de Jerusalén y “se transforma en misioneros itinerantes”; así, agregó el Pontífice, “la persecución y la dispersión se convierten en misión”.
El Papa explicó que la historia de San Esteban nos recuerda que "nunca se pueden disociar el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe”. El primer mártir, “cumpliendo con la caridad anuncia también a Cristo crucificado hasta aceptar el martirio”, agregó.
“La cruz es central en la vida de la Iglesia y en nuestra vida personal –dijo Benedicto XVI– En la Iglesia nunca faltarán ni la pasión, ni las persecuciones, pero la sangre de los cristianos se convierte siempre en semilla” y citó las palabras de Tertuliano: “Nos multiplicamos cada vez que nos siegan”.
“También en nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en una bendición y aceptándola aprendemos a confiar en el Evangelio, aprendemos la alegría del cristianismo, incluso en los momentos más difíciles”.
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