Thursday, May 05, 2005

el poder, la riqueza y la vida cómoda no son las verdaderas metas de la humanidad

“El poder, la riqueza y la vida cómoda no son las verdaderas metas de la humanidad: la verdadera vida viene del Señor”. Benedicto XVI durante la Audiencia General de esta mañana en la plaza de san Pedro, ha proseguido reflexionado sobre los salmos y Cánticos de las Vísperas, utilizando los mismos textos de su predecesor Juan Pablo II. Esta mañana, primer miércoles del mes de mayo, Benedicto XVI se ha reunido en la plaza de san Pedro con los fieles y peregrinos llegados de todo el mundo para la tradicional cita de la Audiencia General. Como ya había anunciado la pasada semana, el Santo Padre se ha dedicado a proseguir, en las catequesis, los Salmos y los Cánticos que componen las Vísperas, utilizando para ello los textos ya predispuestos por su predecesor Juan Pablo II. Hoy, el Papa ha comentado el Salmo 120, que forma parte de los “cánticos de las ascensiones”, es decir, de las peregrinaciones hacia el encuentro con el Señor en el templo de Sión. “Es un salmo de confianza -ha dicho el Pontífice- porque en él resuena seis veces el verbo hebreo shamar, que quiere decir proteger”. El nombre de Dios viene invocado repetidamente como el “guardián” siempre despierto, atento y cortés; “el centinela” que vigila a su pueblo para tutelarlo de cualquier riesgo o peligro. El canto se abre con una mirada del orante dirigida hacia lo alto “hacia los montes”, las colinas sobre las que se eleva Jerusalén: de allí proviene la ayuda, porque allí habita el Señor en su templo santo, ha afirmado Benedicto XVI. Sin embargo, los “montes” pueden evocar también los lugares donde surgen los santuarios idolátricos. En este caso, ha dicho el Papa, surge un contraste: “mientras el peregrino avanza hacia Sión, sus ojos se fijan en los templos paganos, que constituyen la gran tentación. Pero la fe del peregrino es firme y su certeza única: mi auxilio viene del Señor que ha hecho cielos y tierra”. “Y también en la peregrinación de la vida -ha proseguido diciendo el Papa- hay cosas parecidas: vemos las alturas que se abren y se presentan como una promesa de vida, de riqueza, de poder, de prestigio, vida cómoda, alturas que son tentaciones. Pero nosotros en nuestra fe vemos que no son verdad, que estas “alturas” no representan la verdadera vida. El verdadero auxilio viene del Señor y nuestra mirada en nuestra peregrinación va dirigido hacia la verdadera altura: hacia el verdadero monte que es Cristo. Esta confianza es ilustrada a lo largo del Salmo a través de la imagen del guardián y del centinela que vigilan y protegen. Se alude también al pie que no vacila en el camino de la vida y al pastor que en el descanso nocturno vela por su rebaño sin que se llegue a dormir. Otro símbolo es la sombra, que supone la vuelta al viaje durante el día y el pensamiento vuelve a la histórica marcha en el desierto del Sinaí, donde el Señor camina a la cabeza de su pueblo. El tercer símbolo es el del Señor que está a la derecha del fiel caminante. Esta es la posición del defensor, es la certeza de que el Señor no nos abandonará en el tiempo de prueba, del asalto del mal, de la persecución. Luego el salmista vuelve a la idea del viaje en el cual Dios nos protege del sol incandescente. El Señor nos protege también de noche. Una declaración sintética de esta confianza lleva el Salmo al final: “Dios nos custodiará con amor en cualquier instante, tutelando nuestra vida de todo mal”. En el Salmo de hoy, que forma parte de los “cánticos de las ascensiones”, es decir, de las peregrinaciones al encuentro con el Señor en el templo de Sión, el orante dirige su mirada hacia los montes sobre los cuales se eleva Jerusalén. De allí viene la ayuda del Señor. Se trata de un Salmo que pone de relieve la confianza, ilustrada a través de la imagen del centinela que vigila y protege. En el camino de la vida, de día y de noche, el divino pastor tutela a su pueblo. No lo abandona en el tiempo de prueba, en la persecución, ni en los peligros y desgracias. En cada instante Dios custodia con amor a sus fieles. Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los del Seminario Menor de Santiago de Compostela, a los del Colegio San Juan Bosco de Alcalá, a los de la Parroquia de la Divina Misericordia de Panamá y a los llegados de México. El Señor os proteja de todo mal y os conceda todo lo que pide vuestro corazón, para bien del alma y del cuerpo.Y como hace tradicionalmente, el Santo Padre, al final de la Audiencia, ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “En este mes de mayo dedicado de manera especial a la Madre del Señor, os invito a vosotros, queridos jóvenes, a acudir a la escuela de María para aprender a amar y a seguir a Cristo por encima de todo. La Virgen os ayude a vosotros, queridos enfermos, a mirar con fe el misterio del dolor y a comprender el valor salvífico de toda cruz. Y os confío a vosotros, queridos recién casados, a la materna protección de la Virgen Santa, para que podáis vivir en vuestra familia el clima de oración y de amor de la casa de Nazaret.

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